martes, 4 de octubre de 2016

BABAYADA 12.- COMEJÉN

Mi editor ha llamado. Cuando el móvil sonó mi mujer y yo estábamos intentado echar un polvo. El caso fue que no sentí dejar lo que estaba haciendo para atender el teléfono pese a que a ella no le gusta que lo haga. Pero hoy, en ese momento, yo estaba pensando que los prolegómenos duraban demasiado y que ya no sabía qué caricias inventar para darnos tiempo. Por eso reconozco que fue un alivio el lanzarme a contestar aún sabiendo que la mamada era de mi editor y que este solo daba señales de vida para agobiarme. ¿He dicho mamada? ¡Dios mío!, dos actos fallidos en un solo momento. Freud se revolverá en la tumba. Lo estoy viendo apuntándome con el dedo y una ceja levantada. Es cierto que mi mujer no es la de antes. Está más guapa, más alegre, se arregla con más esmero. También es cierto que cuando atendí al teléfono no puso el mal gesto que le conozco de años y que cuando le dije quién era apartó la cara, no para ocultar el enfado, sino para azorrarme ese destello de ojos que no pudo evitar deslumbrara el espejo del tocador. Cuando terminé la conversación telefónica ella me ha preguntado por él y he notado evaporada la acritud de otras ocasiones. Le tuve que contar que mi editor me pedía un nuevo trabajo para entretener los intervalos de mi novela siempre inacabada: un conjunto de relatos que tuvieran como tema común los insectos. “Unos relatitos con su cabeza, su tórax y su abdomen, como mandan los cánones”, dijo el muy cabrón, elaborando una carcajada de esas que hace tiempo no le oía. Mi mujer ha sonreído. Está más guapa, más alegre, se arregla con más esmero, le cuesta humedecerse cuando está conmigo y sé que respira aliviada en días como hoy, cuando le digo que tengo que trabajar y le pido que me deje solo.

2 comentarios:

  1. Ja ja ja, mucho se ríe esa esposa... Me encanta el micro y todo lo que dice, sin decirlo.

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  2. Gracias, Fer. Si, se ríe mucho. Y el marido rumia.

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