lunes, 10 de octubre de 2016

BABAYADA 13.- MUÑECOS

MUÑECOS

Una tarde dijiste que yo era tu muñeca. Que sólo con que tus manos me rozaran yo cerraba los ojos y que en cuanto dejaban de hacerlo, los abría. ¡Cómo te reías! Luego me diste un beso con aquellos labios duros que retendría entre los míos con la seguridad de no necesitar nada más. 

Aquel día salí del trabajo un poco antes de la hora. Te complacían las sorpresas. Llegué a casa y encontré un policía en el umbral de la puerta, abierta de par en par. Entré y enseguida alcancé a verla a ella a través de la cristalera de nuestro salón: una conocida común que no fue capaz de mirarme. En nuestro cuarto, una papelina sobre la mesilla, la cama revuelta, las ropas por el suelo y tú apenas cubierto con la sábana que seguramente alguien había echado sobre tu cuerpo desnudo. Cuando los sanitarios terminaron su quehacer pude ver tu rostro por primera vez desde que había llegado. Eras como un enorme muñeco desmadejado, con los vidriados y marinos ojos abiertos. El médico me miró un segundo y yo me acerqué, alargué la mano hasta rozar tus pestañas y por un momento recordé tus palabras. Y disfruté con el juego de cerrar tus ojos con el leve roce de mis dedos fríos. 

4 comentarios:

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  3. Parece que para ella era bastante el juego, pero para él, no. Y, además, los polvitos en la nariz... La mujer ignora muchas cosas, y el esposo la mantiene ignorante, pura reserva espiritual. Mi impresión tras la lectura es que ella vivía en un invernadero de sensaciones suaves y a él le iba la marcha sin remedio, pero la mantenía a ella fuera de excesos quizá por respeto, por amor, o para no destruir la familia. Es de esas historias en las que al terminar yo no diría "¡Qué cabrón!", pero sí "¡Puta vida!".
    ¡Qué buen micro, Belén, sorpresivo y redondo! Enhorabuena.

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  4. Muchas gracias, Fer. Siempre fan y generoso.

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